octubre 06, 2009

Asesinos de asesinos


Viéndose en la ventana del vagón del tren, pudo, al fin después de mucho tiempo, volver a ver su rostro, y dios mío, como podría el mismo temerse en el espejo, seria acaso posible eso? El sabia que no era solo su reflejo, era él, el de esos ojos azabache profundos y agrandados, el de las ojeras interminables, el que apenas se le distinguían las facciones de la cara con los huesos del rostro, el de cabello corto despeinado, el que vestía una ropa que a leguas de distancia se distinguía que las prendas eran escogidas al azar, unos zapatos muy desgastados de un color oscuro, el suéter que llevaba puesto parecía incluso de alguien con quizás tres tallas mas que el, la forma en que se encorvaba para ocultar el mango de la Zigzaguer que escondía en el bolsillo derecho lo hacia mas atemorizante, estaba totalmente perdido en su mente, no lo dedujo enseguida, pero igualmente lo hizo, lo dedujo, dedujo que se había convertido en eso contra lo que luchaba, que se había convertido en un gran estorbo para su propia misión, como haría para cumplir su misión sin morir el también, no, definitivamente no!, el no había luchado gran parte de su vida contra estas personas para ahora ser uno mas de ellos… Y entonces pensó si aquellas personas a las que le había quitado la vida, antes de que el lo hiciera, esas personas quizás fueran como el, luchadores que se habían convertido en lo que el tanto odiaba, asesinos, ladrones, locos, socio patas, psicópatas, mitómanos, asechadores, violadores, monstruos, todos y cada uno de ellos se habían unido para formarse en uno solo, para convertirse en lo que el es hoy en día.

Y seguía sumido en sus pensamientos cuando sintió un fuerte dolor en su costado izquierdo al mismo tiempo que algo frío se hacia espacio entre sus costillas bañándolo con su espesa sangre. Se repitió unas cuantas veces mas, no supo cuantas, no supo por cuanto tiempo, pudieron ser solo segundos como pudieron ser minutos en su agonía, los gritos en su alrededor no lo dejaban enfocarse, le costo un poco poder ver en el reflejo a su atacante y darse cuenta de lo que pasaba, su vida estaba siendo terminada por alguien que quizás compartiera sus ideales, no grito, no lloro, no se sintió mal aun cuando el dolor casi hace que se desmayase, solo se sintió feliz y murió sonriendo, y aun cuando Moria, pudo ver cuando las puertas del tren se abrieron como su atacante se iba y perdía en la muchedumbre asustada.

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